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Desde La Toma

En el Centro Cultural La Toma se emplaza de manera permanente una feria de artesanos dependiente de la Secretaría de Promoción Social y la Subsecretaría de Economía Solidaria. Estos locales son atendidos por los propios artesanos, quienes encontraron en este tipo de emprendimientos una fuente de ingresos para el sustento de sus familias. No reciben subsidios por parte del Estado municipal; la subsecretaría los ayuda a organizarse, dicta cursos de oficios y les enseña a calcular los costos de producción para poder obtener el mayor rédito posible.



El movimiento dentro del centro cultural es permanente, ya que el lugar cuenta con un supermercado, un bar comedor, estacionamiento y biblioteca. También se dictan talleres, cursos y charlas. Mientras tanto, las ventas ayudan a las familias que dependen de esto a llegar a fin de mes.



Muchas historias, una única realidad


Unas mantas de lana tejidas al telar que eran exhibidas en una feria de artesanos captaron la atención de Ana. Impulsada por el deseo de querer aprender esa técnica, esta jubilada se animó a darle forma a unas madejas de lana. Rápidamente, el telar se convirtió en una extensión de ella y no sólo aprendió a tejer mantas sino que pudo ir sumando a sus creaciones chales, ponchos y otras prendas.


Al principio, quienes compraron sus primeros tejidos fueron sus amigas. Luego se acercaron las amigas de sus amigas. Cuando se dio cuenta, sus artículos ya habían traspasado las fronteras de Villa Constitución, su ciudad natal, ubicada a 45 kilómetros al sur de Rosario.


Anka -así es como la conocen todos en La Toma- comparte sin mezquindad  su historia. Las vueltas de la vida la trajeron a Rosario y su hermana, quien trabajaba en el Distrito Centro, la animó a acercarse al
proyecto de Economía Solidaria que empezaba a gestarse.


Inicialmente participaba de la feria de la plaza López pero la gente que se acercaba lo hacía por los productos de los huerteros y las ventas que lograba eran escasas. Desde la Secretaría de Promoción Social y la Subsecretaría de Economía Solidaria le propusieron participar de una feria permanente y bajo techo. En ese momento Anka conocería La Toma, una iniciativa de los empleados del ex supermercado Tigre para recuperar uno de los establecimientos de la cadena, emplazado en el centro rosarino.


Si bien el lugar no era el lecho de rosas que le habían prometido,  luego de algunos cambios lograron mejorarlo. El trabajo de cada artesano y de cada cooperativa ya no se expone sobre mesas, sino que se han construido locales en los que se agrupan varios emprendedores exhibiendo su producción.



Saliendo a flote


Marta es una desempleada de 46 años y se presenta así: “El mismo sistema se encargó de sacarme del sistema”. Su habilidad para la confección de bijou le permitió reinsertarse de algún modo y poder alimentar a sus hijos. Comparte el local con Anka y otros emprendedores.  A su vez, cuenta con entusiasmo cómo la orientan desde la Municipalidad, donde le ofrecen una suerte de investigación de mercado referida a la producción de sus artesanías.


Eva forma parte de la Cooperativa de Trabajo El Ayllú. En otro local exhiben todo lo que desde allí se produce: tejidos, ropa, bijou,  panificación, miel, por mencionar sólo algunos artículos. 
María Inés, por su parte, se dedica a la confección de prendas tejidas y se autodenomina como una "sobreviviente". Es enfermera pero no ejerce su profesión y exhibe sus cosas tanto en esta feria como en la de Costa Alta, aunque reconoce que el verano y las lluvias de los últimos fines de semana le juegan en contra a la hora de vender.



Como estas historias podríamos encontrar –y contar– cientos, pero ninguna es igual a la otra. Son personas que no quisieron quedarse de brazos cruzados esperando un subsidio desde el Estado para poder sobrevivir. La propuesta, más que interesante, es inspiradora.

 

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